Aldo Manuzio y la búsqueda de la excelencia tipográfica
Hablar de los inicios de la imprenta, es hablar de Aldo Manuzio, impresor y editor veneciano que desde 1495 hasta 1515 no sólo diseñó y dio cuerpo al libro, tal como lo conocemos en la actualidad, sino que elevó a cotas de calidad, hasta hoy no superadas, las ediciones críticas de los clásicos greco-latinos. En apenas veinte años salieron de sus prensas cerca de ciento cincuenta títulos, especialmente ediciones de Aristóteles, Platón, Ovidio, la comedia y la tragedia griega, pero también, novedades contemporáneas de poetas e intelectuales como Pietro Bembo o el mismo Erasmo de Rotterdam. De manera incansable y metódica, puso en marcha y concluyó, un plan de publicaciones exhaustivo y complejo, en el que cada edición era sometida a un consejo editorial de treinta y dos sabios de renombre, entre los que se encontraban eruditos, filósofos, filólogos, calígrafos, poetas…
El primer libro en latín salido de sus prensas fue El Diálogo sobre el Etna (1496) del poeta Pietro Bembo. Para esta obra, Aldo encargó al orfebre Francesco Griffo, discípulo del grabador y tipógrafo francés Nicolás Jenson, que grabara unas fuentes romanas distintas a las «humanísticas de Jenson». El punzonista diseñó una letra redonda, más clara y más armónica, que dejaba la página más limpia y despejada, facilitando, de esta forma, la lectura de los textos, la cual ha pasado a la historia de la tipografía con el nombre de «Bembo». De cualquier forma, el impresor veneciano, en ese afán casi neurótico de superación y perfeccionismo que le persiguió durante toda su vida, siguió investigando en el diseño de las fuentes, y el propio Griffo llegó a moldear y grabar dos nuevas matrices de letras