Con la recuperación de las fuentes griegas en el siglo XVIII, la imagen del hombre con cabeza de toro fue aceptada de manera generaliza para la representación habitual del minotauro de Creta, el cual era fruto de la unión antinatural de Pasífae, esposa de Minos, rey de Creta, con un toro. No obstante, antes de rescatar esta ancestral imagen, el minotauro atravesó un largo periodo de búsqueda de una imagen conveniente a su forma, experimentando muy distintas combinaciones de la mezcla de hombre y toro propia de su condición.
La destrucción de la imagen canónica del minotauro tuvo lugar en la Edad Media, instalándose desde entonces una vacilación generalizada que desembocó en la parcial apropiación de la imagen del centauro, en una equiparación del hombre-toro como hombre-caballo.
La imagen del minotauro-centauro se fue consolidando a partir del siglo XVI gracias a los grabados de las distintas ediciones de Ovidio. La Edad Moderna fue, por tanto, un período de confusión para su imagen y, aunque conoció algún intento excepcional de reinvención arqueológica, tuvimos que esperar al siglo XVIII para recuperar la cabeza de toro sobre los hombros del minotauro.
Véase:
DÍEZ PLATAS, Fátima: Díez Platas: ¿Una imagen ″al pie de la letra″?. En: Quintana. 4 (2005), pp.141-152.
FORTEZA OLIVER, Miquela: “Los “Dos libros de Cosmographia” de Jerónimo Girava. Imágenes ilustrativas”. Gutenberg-Jahrbuch (2013): 139-147.
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