El imaginario psicótico de Adolf Wölfli. Su “Autobiografía”

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El imaginario psicótico de Adolf Wölfli. Su “Autobiografía”

En este texto me referiré a Adolf Wölfli, uno de los más significativos y el primer psicótico que recibió el calificativo de artista, siendo estudiado como tal por el doctor Walter Morgenthaler el año 1921. Por su parte, el crítico de arte John MacGregor considera que el mundo alternativo creado por Wölfli es uno de los más elaborados, extraños y, sin embargo,  más coherentes, que haya creado una sola persona. Nos suministra una visión clara e impresionante del funcionamiento de una mente al límite.

Notas biográficas

Adolf Wölfli tuvo una infancia turbulenta. Era el menor de siete hijos de un albañil alcohólico y criminal y una lavandera. Nació el 29 de febrero de 1864 en Bowil, comuna suiza del cantón de Berna, y ese mismo año su familia decidió trasladarse a la capital. Seis años más tarde, alrededor del año 1870, fueron abandonados por su padre. Completamente arruinados, decidieron volver a su lugar de origen, donde el municipio se hizo cargo de ellos, poniéndolos bajo la protección de unos agricultores que les proporcionaron comida y cama a cambio de trabajo. En 1873, cuando Adolf tenía ocho años, falleció su madre. A partir de entonces su vida empeoró intensamente, fue pasando de casa en casa, de hospicio en hospicio, trabajando duro y sin casi poder ir a la escuela. En esta época fue sometido a abusos físicos y sexuales.

En 1883, a los 18 años, se enamoró de la hija de un rico granjero, quedándose totalmente destrozado cuando los padres de la chica les prohibieron casarse por considerarlo un mal partido. Ello le provocó una profunda depresión y a partir de entonces comenzó a tener comportamientos extraños. El dolor y la furia que le produjo esa humillación le acompañaron toda su vida. Dadas las circunstancias, dejó de lado su trabajo de jornalero itinerante y se alistó en el ejército de infantería, siendo condenado en 1890 a dos años de prisión por intentar abusar de dos chicas adolescentes.

En 1895 fue internado en el hospital psiquiátrico Waldau de Berna, tras un nuevo incidente de abusos en este caso a una niña de tres años. En este hospital, en el que permaneció hasta su muerte en 1930, le diagnosticaron esquizofrenia crónica con elementos paranoicos. Presentaba casi todos los síntomas psicopatológicos propios de la esquizofrenia: asociaciones debilitadas con el mundo exterior, alucinaciones auditivas y visuales, arrebatos de imaginación morbosa, megalomanía, delirios religiosos, manía persecutoria, culpabilidad, autismo, trastornos de la memoria, trastornos afectivos, trastornos lingüísticos, depresión, síntomas catatónicos, demencia y violencia.

Durante los primeros años de reclusión fue aislado con frecuencia por violento. Representaba un verdadero problema para el personal del hospital psiquiátrico, agredía de forma indiscriminada tanto a médicos como a internos. En 1899 un psiquiatra le proporcionó un lápiz, esta acción fue determinante, empezó a dibujar de forma espontánea, rellenando papeles y más papeles con muy complejos y sofisticados dibujos. En consecuencia, los doctores decidieron proveerle de dos lápices semanales en caso de buen comportamiento. Gracias a este hecho fortuito, un jornalero semianalfabeto con escasa o nula experiencia del arte, empezó a dibujar espontáneamente, siendo considerado hoy en día como el más grande artista psicótico de la historia, con una obra que engloba unos 25.000 papeles, dibujos y diseños de increíble densidad, que combinan pintura, música y literatura. De hecho, produjo una monumental obra de dibujos, pinturas y partituras para trompeta de papel y voz solista, única en el mundo.

Desgraciadamente, sus primeros dibujos no se conservan, fueron destruidos, los más antiguos datan de 1904. En esta fecha ya tenía un estilo personal plenamente desarrollado y técnicamente magistral. Conforman esta inicial producción artística, dibujos agitados y simétricos, hechos a lápiz. Estas composiciones muestran un estilo denso, en gran medida abstracto, geométrico y ornamental, en las que ocasionalmente inserta pequeñas figuras y alguna que otra escena. No se trata de formas caóticas ni desquiciadas, sino de obras sumamente ordenadas, a menudo simétricas y llenas de movimiento implícito. Aunque el arte esquizofrénico típico suele caracterizarse por fórmulas confusas, resueltas de forma caótica, llenas de formas desordenadas, orientadas en todas direcciones y cubiertas de escritura, el genio artístico de Wölfli le lleva a imponer orden en el caos.

Sus dibujos son como una ventana abierta a un cosmos imaginario que se extiende fuera del marco en todas direcciones. ¿Es así como veía Wölfli la realidad? La respuesta, según MacGregor, parece ser un sí con reservas. Wölfli tenía alucinaciones visuales, no en vano se quejaba de tener visiones que le obligaban a dibujar. Sus alucinaciones en esta época consistían en la percepción de motivos lineales en blanco y negro (espirales, ajedrezados, retículas, túneles, círculos concéntricos) en diseños geométricos abstractos que cambiaban constantemente. Estos dibujos se le aparecían teniendo los ojos cerrados o abiertos, y se superponían a todo lo que estaba presente en el entorno. Es decir, todo aquello que miraba en esta fase inicial se le presentaba cubierto de dibujos geométricos en movimiento. En este sentido, su mundo alternativo no era “imaginado” sino “impuesto”. En sus orígenes, la obra de Wölfli no fue, por tanto, fruto de una voluntad de hacer “arte”, sino un intento desesperado de hacer frente a su nuevo mundo, organizarlo y ordenarlo.

En los “Dibujos Negros”, realizados entre 1904 y 1906, va implícito todo su imaginario poético posterior, pero en aquel entonces sólo trataba de explorarlo y entenderlo. Sus esfuerzos por explicar o racionalizar la experiencia en palabras son posteriores. Cada una de las características formales de su obra se pueden considerar expresivas de su estado mental y físico. Cada obsesión generaba un síntoma, es decir, una nota estilística que se manifestaba en su arte a través de la simetría, la serialidad, la repetición, la hipérbole, el neologismo y el horror vacui.

La llegada de Walter Morgenthaler

En 1907 llegó a Waldau el doctor Walter Morgenthaler, uno de los psiquiatras más influyentes en el desarrollo de las terapias artísticas. Este psiquiatra tenía una especial sensibilidad por el arte, era hermano de Ernst Morgenthaler, uno de los pintores suizos más importantes de la época. Enseguida reconoció que los trabajos de Wölfli eran los de un verdadero artista, es decir consideró que su producción plástica, literaria y musical tenía un valor artístico. Gracias a Morgenthaler sus trabajos salieron a la luz. En 1921, escribió su monografía Ein Geisteskranker als Kunstler (“Un enfermo mental como artista”), obra que significó la presentación de Wölfli ante el establishment artístico. Por primera vez, la producción artística de un artista esquizofrénico se valoró como tal. Hasta entonces, las publicaciones sobre creaciones de enfermos mentales se habían centrado exclusivamente en aspectos patológicos. El doctor Morgenthaler se convirtió en un verdadero crítico de arte. Intentó describir lo irrepetible, lo característico en la obra de Wölfli, sus símbolos, el proceso de creación, las fuentes en las que bebía el artista.

Por lo que respecta a su método de trabajo explica: “Es raro que Wölfli hiciera un verdadero esbozo. En la mayoría de los casos, después de haber realizado unos pocos contornos, empezaba en cualquier punto de la esquina de la hoja, haciendo primero el marco, y luego trabajando en áreas sucesivas, moviéndose hacia el centro. Después de haber intentado varios métodos, decía que era mejor de esta manera. Sabía como distribuir los colores con una seguridad sorprendente. Se veía esto especialmente cuando le faltaban ciertos colores. Entonces distribuía los que le quedaban de manera que mantuvieran constantemente un conjunto armonioso, incluso cuando sólo tenía uno o dos… Uno se daba cuenta que a pesar de la ausencia de cualquier plano, el detalle siempre estaba subordinado, o sacrificado, al todo”. En cuanto a sus costumbres diarias, relata: “Su horario es bastante monótono: se levanta a las seis de la mañana con los demás pacientes, se viste con increíble lentitud porque no para de hablar con las alucinaciones; a pesar de que se le advierte repetidas veces, puede durar frecuentemente hasta dos horas hasta que se haya vestido. Hace su cama, friega de vez en cuando su celda. El aseo personal no le importa mucho; es difícil conseguir que cumpla con la higiene más primaria; casi sólo se lava la cara el domingo y el día de la semana que le afeitan. […] Después de vestirse espera el desayuno y, para hacer tiempo, camina corredor arriba, corredor abajo, hablando sin parar con las voces. Come últimamente con los demás enfermos; come bastante y se enfada fácilmente cuando se le molesta. Después ayuda a quitar la mesa y come las sobras que puede haber. Luego va a su celda y escribe y dibuja todo el día sin parar hasta el atardecer, con cortas interrupciones para las comidas. Si se le recuerda que descanse más, sólo dice que no tiene tiempo, que tiene que trabajar; sólo excepcionalmente se le puede convencer para que vaya al jardín”.

La publicación del libro de Morgenthaler fue acompañada de una exposición en la librería Ernst Bircher de Berna en la que se exhibieron los dibujos del artista que formaban parte de su colección privada. Esta fue una de las primeras exposiciones públicas de arte marginal en el mundo. Su libro, al igual que la publicación del doctor Hans Prinzhorn, despertó un gran interés en los círculos artísticos europeos de la época, especialmente entre los surrealistas.  Éstos realizaron exposiciones colectivas en las que sus propias obras figuraban sin ningún comentario al lado de máscaras tribales, objetos encontrados, arte ingenuo e infantil y dibujos de médiums y psicóticos.

La llegada de Morgenthaler en 1907 fue muy importante para Wölfli, por primera vez su trabajo era apreciado y admirado, ello subió muchísimo su autoestima. No sólo apareció el color en sus composiciones, si no que empezó a vender sus obras, lo que le permitía ganar dinero para comprar tabaco, lápices, papel o simplemente regalos. Eran hojas sueltas que ya no surgían de la pura necesidad de producción plástica.

Su “Autobiografía”

Dos años después de la llegada de Morgenthaler, Wölfli emprendió su épico proyecto autobiográfico al que se dedicaría hasta su muerte. En esta autobiografía, en la que mezcla realidad y ficción, combina poesías, composiciones musicales e ilustraciones. La autobiografía, estructura en cinco partes, ocupa 25000 páginas encuadernadas a mano por él mismo que conforman 45 tomos.

La primera parte la titula “De la cuna a la sepultura” (1908-12) y consta de 9 volúmenes, 2970 páginas y 752 ilustraciones hechas con lápiz de color. Cuando la acabó, el año 1912, dio instrucciones a la imprenta KJ Wyss en Berna referentes al título, la ejecución, el precio y a la distribución del libro. Esta primera parte se inicia como una aventurera expedición geográfica por todo el mundo, cuyo protagonista es Doufi, su propio apelativo infantil. Es como un libro de viajes totalmente imaginario en el que narra aventuras que le había sucedido, según decía, antes de cumplir los ocho años. Progresivamente, la aventura va tomando las proporciones de un relato grandioso de guerras, catástrofes y conquistas a escala cósmica, en el que Doufi se transforma en Adolfo II. Los primeros viajes de Wölfli tienen lugar en la Tierra, pero sus descripciones de ciudades como Nueva York, Madrid o Pekín son totalmente fantásticas, y sus ilustraciones desechan por completo la representación naturalista. De su mente inconsciente fluía el material, una experiencia onírica totalmente extraña a cuanto había conocido en su limitadísima vida anterior, y en marcado contraste con la de privación sensorial de su vida en el psiquiátrico.

La evolución de su estilo figurativo concuerda con la forma que adoptan sus alucinaciones, que se hacen coloristas, figurativas, narrativas y más parecidas a las imágenes de los sueños. En 1912 acabó “De la cuna a la sepultura” y emprendió un nuevo proyecto, la redacción e ilustración de los llamados “Volúmenes geográficos” (1912-1917), que constan de siete tomos y 3500 páginas. Antes de iniciar esta segunda parte calcula el número de lápices de colores y las páginas de papel que va a necesitar, nuevamente somos testigos de su manera sistemática y metódica de trabajar. En esta parte se evidencia un cambio profundo, tanto en el contenido narrativo como en el carácter de las ilustraciones. Por lo que respecta a la historia, obtiene una gran fortuna conseguida con donaciones de caridad, lo que le permite comprar, cambiar de nombre, urbanizar, apropiarse del planeta y finalmente del cosmos entero. Describe sus viajes cósmicos por el espacio, en compañía de su familia, sus allegados, sus esposas y Dios. Ahora ya no viaja por la tierra sino que se traslada a las estrellas, encontrándose y creando nuevos mundos, planetas y ámbitos totalmente desconocidos. Después de cabalgar a lomos de serpientes viajeras gigantescas, aves cósmicas y relámpagos, es una personalidad transformada, un Dios creador, San Adolfo II. En este nuevo universo, la descripción se hace más difícil, casi imposible. Tiene que inventar palabras nuevas para comunicar experiencias que rebasan con mucho la lógica. En ocasiones el lenguaje comienza a desintegrarse por completo, aproximándose a la “poesía sonora”, la forma literaria que domina sus últimos años de producción escrita. En esta coyuntura surgió un nuevo tipo de imagen, el llamado “cuadro musical”, una combinación de anotación musical, collage y forma abstracta.

En las dos siguientes partes, que constan de seis tomos cada una, Wölfli celebra su santidad componiendo canciones y danzas. A la tercera parte la titula “Cuadernos con canciones y danzas” (1917-1922) y a la cuarta “Cuadernos con danzas y marchas” (1924-1928). Junto a sus partituras, dejó instrucciones precisas de cómo debían interpretarse musicalmente. Aunque no tenía formación musical, sus partituras son reales. Sorprendentemente, aunque las piezas están escritas según su propio código musical diferente del clásico, algunas de sus composiciones han sido grabadas gracias al desciframiento de su código.

En 1928 inicia su “Marcha Fúnebre” (1928-1930), parte quinta y última de su autobiografía. En más de 8000 páginas recapitula los motivos centrales de su sistema mundial. En las ilustraciones trabaja casi exclusivamente con collages, en los que utiliza sobre todo recortes de revistas ilustradas, frecuentemente de la “Illustrated London News“. Por lo general coloca las imágenes en la parte inferior o en los bordes de la página, pero en ocasiones coloca una imagen en el centro a modo de medallón y en otras completa la página con un dibujo de aves.

A pesar de su aislamiento en el asilo muestra una gran capacidad a la hora de seleccionar las imágenes, interesándose por el cine, los deportes, la política, la publicidad y la vida en la ciudad. Elige imágenes que ha imaginado y creado en su mundo privado y que es capaz de hallar en el mundo exterior. Los motivos pictóricos de su etapa anterior se exhiben una vez más en forma concentrada: religión, sexo, lenguaje, música, geografía, economía y otras facetas de su imperio fantástico.

Actualmente se conocen bastante bien las fuentes literarias que estaban a disposición de Wölfli. Una entrada en el historial médico de 1924, constata que le encantaba navegar en las revistas ilustradas, tenía buena memoria y se acordaba de lo que había visto una sola vez, pudiéndose relacionar con las imágenes dibujadas poco después. Por su parte, Mongenthaler escribió que los datos geográficos que aparecen en su autobiografía eran bastante correctos, formulados a partir de un atlas, calendarios, anuncios ilustrados, folletos y similares, los cuales también le servían de fuente de inspiración. En Waldau estaba familiarizado con la biblioteca del asilo, la cual disponía de libros de viajes y literatura devocional así como periódicos diarios y semanales, revistas mensuales, revistas humorísticas y varios almanaques. Al parecer, una de las fuentes más utilizadas por Wölfli fue la revista ilustrada Über land und Meer, la cual cita en múltiples ocasiones. Menciona los pasajes y las imágenes que le interesaban indicando el año exacto, el volumen, el título y la página. Estas ilustraciones las utilizaba únicamente como fuentes de información y de estímulo para sus textos y no como modelos para sus dibujos. Esta revista en su conjunto le servía de modelo para diseñar su propio libro. Otras fuentes que utilizó fueron el Album illustré du Réseau des chemins de fer Suisse, Die Garten-Laube, Der Planet cerco erde und Eigenschaften, etc. Asimismo debió leer en la biblioteca un libro de Cäcilie von Rody titulado Schweizerin einer Reise um die Welt (“Los viajes de una mujer suiza por el mundo”), ya que la obra de Wölfli muestra paralelismos con las descripciones de sus viajes a América a Nueva York y a otros lugares de América, así como con los nombres de personas.

En 1975, 45 años después de su muerte, su ingente producción artística, no sólo la autobiografía sino también unos 800 dibujos en hojas sueltas, pasaron de la clínica psiquiátrica Waldau al Kunstmuseum de Berna. Su obra completa fue publicada en 1985 con comentarios de Dieter Schwarz y Elza Spoerri. Esta última se pasó más de veinte años intentando descifrar, transcribir y traducir la magna obra de Wölfli.

La obra de Wölfli, según MacGregor, no fue en modo alguno terapéutica sino que le condujo a internarse más y más en su enfermedad, o en su creación, no a regresar a la realidad. De cualquier forma, según Weiss, la creación de un cosmos alternativo evitó su destrucción catastrófica o, dicho en términos psicoanalíticos, su yo alcanzó un cierto grado de estabilidad.

Repercusiones de su obra

Gran parte de la literatura y del arte visual del siglo XX se ha orientado a la exploración del mundo interior del inconsciente. Los artistas han aprendido a descender a este oscuro mundo para regresar trayendo fragmentos valiosos de lo desconocido. Wölfli y los demás maestros psicóticos descienden permanentemente a estos reinos oscuros de la mente, pero ellos no regresan. Los individuos que poseen un mundo imaginario y que perciben cosas que otras personas sólo son capaces de ver bajo los efectos de drogas psicodélicas, fascinan a la gente. Muchos artistas contemporáneos se han fijado en los visionarios compulsivos como modelos de actuación, como personas que han trabajado fuera del mundo artístico, al margen de sus objetivos y sus presiones, creando únicamente para exteriorizar sus visiones internas y satisfacer sus necesidades internas. Esto es lo que ha pasado con Wölfli. Su trabajo ha inspirado y cautivado a varias generaciones de artistas.

André Breton coleccionó algunos de sus dibujos y en el último párrafo del prólogo a la muestra colectiva L’Écart absolu (diciembre de 1965), elogió encendidamente el trabajo de Wölfli atribuyéndole la producción de “una de las tres o cuatro obras de conjunto más importantes del siglo XX”.  Gladus Nilsson y Jim Nutt, artistas estadounidenses que formaron parte del grupo Hairy Who, que acumularon una de las colecciones más extensas de arte folclórico y marginal de Chicago, también se fijaron y coleccionaron sus obras. Jean Dubuffet lo incluyó en su “Colección de Art Brut” y le llama “el gran Wölfli”. Jean Tinguely, Jonathan Borofsky, Arnulf Rainer y Annette Messager, son sólo algunos de los artistas que dicen que Wölfli influido en su trabajo. Sus textos han inspirados a poetas tan famosos como Rainer Maria Rilke. Varios músicos experimentales se han sentido fascinados por Wölfli, tal es el caso de Wolfman Rhin, Terry Riley o Graeme Revell. Por su parte Per Norgard modificó totalmente su estilo después de contemplar la exposición de Wolfi, llegando a componer una ópera inspirada en la vida de este  artista que tituló “El Circ Diví”. En 1972 la obra de Wölfli fue expuesta en la Documenta 5, y desde entonces se ha mostrado por toda Europa y Estados Unidos.

BIBLIOGRAFIA

AA.VV. Visiones paralelas. Artistas modernos y arte marginal. Madrid: Museo de Arte Reina sofía. 1993.

Adolf Wölfli: Draftsman, Writer, Poet, Composer. Elka Spoerri. Cornell University Press, 1997.

CARDINAL, ROGER. Outsider Art. London: Studio Vista, 1972.

CARDINAL, ROGER. “Elka Spoerri [1924-2002], Champion of Adolf Wölfli, Dies” in Folk Art Messenger. Summer/Fall , 2002.

MACGREGOR, J. M.  “Veo un mundo dentro del mundo: sueño pero estoy despierto”. En Visiones paralelas. Artistas modernos y arte marginal. Madrid: Museo de Arte Reina Sofía. 1993.

MORGENTHALER, W. Ein Geisteskranker als Künstler.  Berna: Bircher. 1921.

SPOERRI, ELKE AND DANIEL BAUMANN. “St. Adolf-Giant-Creation: The Art of Adolf Wölfli” in Folk Art, Winter 2002/2003, 42-52.

THÉVOZ, MICHEL. Art Brut. Foreword by Jean Dubuffet. Geneva: Editions d’Art Albert Skira, 1976.

 YIANNAKA, María Vassiliadou. “Adolf Wölfli”. En La expresión plástica como alternativa de comunicación en pacientes esquizofrénicos: arte terapia y esquizofrenia. Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense, 2001. http://es.scribd.com/doc/13423194/61/Bibliografia-seleccionada

Para más información sobre la Clínica Psiquiátrica de Waldaw véase: http://www.swissinfo.ch/spa/Portada/Actualidad/La_Clinica_Waldau,_cuna_del_arte_en_bruto.html?cid=6989620

Para más información véase: Adolf Wölfli Home: http://www.adolfwoelfli.ch/?c=e&level=17&sublevel=0

 

 

About the Author:

Miquela Forteza es Doctora en Historia del Arte por la Universitat de les Illes Balears.

2 Comments

  1. Rober 11 enero 2018 at 22:19 - Reply

    Excelente artículo, muy completo, se agradece!

  2. Miquela Forteza 12 enero 2018 at 9:55 - Reply

    Muchas gracias. Un saludo

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